martes, 29 de julio de 2014

Como subir El Portillón y no morir en el intento

Servidora hace años montaba en bici algo más de lo que lo hago ahora y durante varios fuí seguidora del Tour en vivo. En aquellos tiempos mis piernas sumaban unos 12000 kilómetros anuales, la mayoría rodados por asfalto. Gracias a ese "entrenamiento", he disfrutado y sufrido muchos  llanos y puertos de montaña de Málaga y su preciosa provincia, además de recorrer miles de km de la Península Ibérica por Cantabria, Galicia, Portugal, Andorra, Euskadi, Navarra, Cataluña y también por Francia haciendo cicloturismo de alforjas.
Guardo muy buenos recuerdos de esos kilómetros paisajísticos y urbanos, del esfuerzo cuando empecé a rodar, del sudor salado que se te cuela por los párpados y pica, de la canícula (como llaman los franceses al calor), de los grandiosos decorados que la naturaleza te ofrece, de las tormentas, de alguna que otra pájara, y de muchas otras cosas que la bicicleta me ha regalado.
Quizá y con el paso del tiempo mi memoria ha amoldado a su capricho lo que pudo ser la realidad, pero sea lo que fuere ahí está, se vivió y en el desván de la vivencia habita. No obstante, por suerte y gracias a la fotografía, tengo cientos de diapositivas de los picos, valles, lugares y etapas de viajes y de los Tours de Francia pretéritos de los que he disfrutado, que por cierto entre mis tareas pendientes está el digitalizarlas y puede que plasme algún día esa recopilación en un blog, junto a las bitácoras que escribía por entonces y de esa manera rescatarlos de la caja de cartón donde esperan pacientes.


Pero bueno, todo esto pertenece al siglo XX y ahora con un palito adyacente en la pareja de equis,  Mila y yo pretendemos disfrutar en vivo un cachito de una etapa de la CI edición del Tour de Francia, concretamente la 17º, que parte de Saint-Gaudens hasta Saint-Lary.

Para empezar a hacer realidad el plan previsto y dado que residimos en Barcelona contamos solamente con una bici, una Contini con la que se hizo Mila hace algo más de un año en Vitoria, que va montada en Shimano 105 salvo las manetas integradas y el desviador delantero que son del modelo Sora.
Y como en el plan de ir a ver la citada etapa está también superar el reto de subir el Portillón, nos falta una bici.
En un ataque de locura, se nos ocurrió escalar el puerto con las Brompton... pero por fortuna sólo fué un ataque temporal. Luego barajamos la posibilidad de pedir una... pero me surgieron dudas sobre la persona valiente que nos cediera su velocípedo unos días, entre otras cosas no era fácil encontrarla porque no somos de talla mediana y, además, me daba cierto reparo comprometer a nadie. Así que intentamos buscar alguna alquilada y tanteamos varias tiendas, pero no avanzamos en la solución. A todo esto unas semanas antes ya habíamos realizado reserva en un lugar muy majo -Hostal Pensión Malida- en Casau, un pueblín chiquito y precioso en el Valle de Arán, muy cerca de Viella y tuvimos suerte, porque no fue fácil encontrar alojamiento ¡¡estaba casi todo reservado!!
Así que dándole vueltas al asunto en otro ataque decidí lanzarme a la red y visionando bicis que se movían en mercados de segunda mano y aparecieron, entre otras, dos preciosidades una Bianchi y una Vitus, ambas de nuestra talla.
Con el fervor y la manta liada a la cabeza, consultamos a los vendedores, (de casual supe que la Vitus había sido no hace mucho vendida por Sppunny Bcn al actual vendedor, al cruzarme mensajes con Sppunny mientras andaba en la búsqueda del velocípedo). Finalmente nos decantamos por ir a ver a la Bianchi hasta Vallromanes. La coincidencia hizo que Juande y Sandra se encontraran en Barcelona ese fin de semana y allá fuimos los cuatro a verla. En esa localidad barcelonesa conocimos a Lluis, todo un amante de las bicicletas que amistosamente deleitó nuestras retinas mostrándonos sus bicis y contando cosas interesantes. Después de charlas un rato con él y convencidos por mayoría elegimos la Bianchi, y aquí la presentamos:
Dando el Vº Bº


Esta preciosidad viene montada en un combinado de Campagnolo Veloce y Shimano 105, Exage y 300 que tras probarla nos encantó, dejando a un lado la Vitus que por razones de componentes, geografía y economía al final descartamos, a pesar de su atractivo cuadro.
Así y con ya con dos bicis para dos, lo que nos quedaba era dejar caer las hojas del calendario y esperar la fecha esperada para ir hacia Casau y lanzarnos a la locura aventura: Ver la etapa desde el puerto de El Portillón en su vertiende hispánica, aprovechando que el trazado de la ronda gala se introducía a este lado de la frontera durante unos 15 km. Días antes le mostré a Mila el perfil del puerto y con una seguridad que me asombraba, dijo que sí, que lo subiría. Servidora que como al principio de este post comenté, no rueda ni la cuarta parte de lo que antes hacía, realmente le tenía cierto yuyu, simplemente porque mi Pepita Grillo particular me martilleaba recordaba la falta de rodaje y que el perfil -aunque no excesivo ni complejo- tampoco era "moco de pavo"; para mis adentros y comparando era algo así como La Fuente de la Reina o Puerto del León, uno de los puertos que más he subido a lo largo de mis rodadas, pero con menos kilometraje. Pero ya no había marcha atrás y, a lo hecho pecho.
La Contini cuenta con un 52/42 de platos y la Bianchi un 50/39, ambas con nueve piñones 12/25.

Llegamos un día antes tras disfrutar conforme nos introducíamos en el pre Pirineo de un paisaje espectacular, y al llegar al Parador de Viella vimos que el equipo del Katusha se hospedaba allí; andaban en plena acción, lavando sus trapitos en la lavadora que tenía instalada en el autocar, mientras los auxiliares del equipo marcaban la zona de reserva -con unos magníficos soportes de bici- para el resto de los vehículos del equipo que llegarían a lo largo de la tarde, tras la etapa del día.

La cantidad de vehículos que mueve el Tour es impresionante, sin contar la caravana publicitaria previa que es una especie de circo de marketing que viste de pequeños obsequios y demás a parte del público (los más espabilados) que esperan la llegada de los corredores a ambos lados de la vía.
Ya instaladas planificamos como hacer la salida al día siguiente. De haber estado rodadas lo suyo hubiera sido salir desde Viella, calentar un poco (aunque el tramo hasta el cruce de Bossost es un poco cuesta abajo) y luego subir el puerto, pero al no ser así, acordamos hacer la cosa algo más corta y... radical: Subir desde el cruce, y digo radical porque ni siquiera calentamos un poco y mi antiguo hábito (y opino que lógico) al escalar un puerto era rodar un poco y luego subir, para que las piernas estén menos frías y evitar que sufran tirones... pero de vez en cuando es bueno hacer locuras varias ;-)
Bajamos en auto hasta Bossost, después de un buen desayuno en el hostal, y por el camino ya veíamos decenas de aficionados en bici, coches de la caravana de la Grande Boucle, prensa y de demás medios. Conforme nos acercábamos la cosa seguía creciendo sin parar. Aparcamos en una explanada llena de autocaravanas y de coches con bacas que portaban bicis, el ambiente olía alegre.

Descargamos y montamos nuestras bicis, nos disfrazamos de sucedáneas de cicloturistas -con avituallamiento y ropa seca incluída a nuestras espaldas- y allá fuimos, hacia El Portillón, siguiendo la estela de ciclistas y aficionados que tomaban la misma dirección.

Muchos de los puertos pirenaicos tienen señalizados los kilómetros de ascensión con carteles informativos con datos de las subidas donde se expresan los porcentajes de pendiente máxima y media en ese km, la altitud a la que está ese punto kilométrico y la longitud que resta hasta la cima. A veces es buena la información...y si vas hecha una piltrafilla es malo saber que te esperan pendientes del 12% y que tienes que superar.
Cuando las volví a ver recordé que hace unos quince años (ahí es ), cuando dirigía una asociación llamada Ruedas Cuadradas en Málaga presentamos ante la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga este proyecto, -la señalización de la escalada a La Fuente de la Reina (900m) en la C345- que fué aprobado e incluso subvencionado en parte. El equipo de Ruedas Cuadradas realizó las mediciones de kilometraje, (marcando como partida un punto kilométrico que estaba cerca de la antigua gasolinera que se ubicaba en el barrio de Fuenteolletas), de altitud en cada km, pendientes (máxima y media) y demás, diseñamos la cartelería y toda la parafernalia documental del proyecto, etc, etc... y el jarro de agua fria llegó cuando una vez hecho todo el trabajo la propia Junta de Andalucía desde su departamento de carreteras nos impidió la colocación de dichas señales justificando que éstas podían confundir a los conductores... parece mentira pero no lo es. Lamentablemente las señales se quedaron compuestas y sin monte en el almacén. Una pena, pero los despropósitos burocráticos y administrativos viene siendo un mal mayor en este país desde hace mucho tiempo.
Al igual que años atrás viví in situ vuelvo a ver que horas antes, en los laterales por donde transcurre la caravana multicolor hay gente sentada esperándola pasar, animando a los ciclistas que discurren por ella -con más o menos fuelle-, y desde sus asientos ven a los máquinas subiendo con la bici a toda pastilla, a aficionados, beteteros, cicloturistas, globeros... y a nosotras ahí, dándolo todo y Mila disfrutando (y sudándolo) también. Vivir estos eventos sociales y deportivos es una gozada, el ambiente ciclista emana por los poros de los que nos hallamos allí y por muy duras que se hagan algunas de las pendientes, ese espíritu invisible alienta, y por otro lado los retos personales de cada uno. Superarse es cuestión de paciencia,  tesón, entrenamiento, respiración, pulmones y de agarrarse al ritmo preciso para llegar.
En amor a la verdad, entre el estado nefasto de forma, la edad, la multiplicación y demás, Mila y yo cambiamos la bici varias veces. A estas alturas no voy a decir que lo hice de un tirón, sinceramente no sé hubiera podido (quiero pensar que sí) pero cuando ví que mi pulsómetro se puso al 105/110% de mi frecuencia cardíaca máxima, paraba, -no era plan de que me diera un yuyu-, aprovechaba para recuperar un ritmo decente y esperar a Mila, que tozuda como navarra que es, subía a su ritmo poniendo toda su ilusión en cada pedalada... aunque echara(mos) pie a tierra, es una gran mérito para una ciclista urbana meterse en este berengenal... más que el mío, que duda cabe. Al final llegamos.

Aquí servidora, con un maillot prueba confeccionado en un principio para el Premio de la Montaña de la XLV Vuelta Andalucía Ruta Ciclista del Sol , que la familia Cuevas los organizadores de la ronda andaluza -Deporinter- me regalaron su día, allá en 1999.

Mila con su maillot calavera y servidora
Después de avanzar unos metros por el lado francés, saludar a la Gendarmerie Francaise, hacernos las fotos de rigor, admirar algunas llegadas de aficionados a meta picándose entre ellos, e incluso ver un chico y una chica que ya habían subido con sendas bicis de piñón fijo (bufff, que pasada), bajamos un poco para buscar nuestra localización más idónea y ver a los profesionales de la ruta escalar El Portillón como lo que son ¡¡grandes!! y nos ubicamos a poco mas del último kilómetro antes de coronar el puerto, pegadas a una curva de marcado desnivel. Imagino que no era mal sitio, ya que minutos antes de que pasara el grupo de cabeza en carrera  -donde iba Joaquín  Rodríguez, testimonio audiovisual que recogimos- en el interior de la curva pudimos ver como desembarcaba de la moto de prensa un fotógrafo, al verlo más detenidamente lo reconocí, era el gran fotógrafo de ciclismo Graham Watson
Años han pasado desde la última vez que lo ví en acción aunque ahora anda con menos pelo y más canas. Watson se posicionó presto y dispuesto a inmortalizar con sus magníficos encuadres las instantáneas de esos momentos tan fugaces como espectaculares del ciclismo. 
Graham Watson en faena
Como amante del ciclismo y de la fotografía tengo varias publicaciones suyas, de los años 90 editadas por Ciclismo a Fondo, donde además de disfrutar de sus preciosas fotografías tenía la oportunidad de estudiar y ver en detalle las aperturas de diafragma, velocidad de obturación y, en aquellos años, la sensibilidad de los rollos de las películas de negativo que utilizaba.

Desde el otro lado de la curva y, salvando la distancia de seguridad, tomamos algunas fotos de la etapa.

Nuestras bicis al fondo, Scarponi,  Nibali y pelotón


Sieberg, Smukulis, Greipel y Feillu
Arrière du peloton
El Tour como las grandes vueltas ciclistas son unos de los pocos espectáculos deportivos que te permiten tener a tus ídolos deportivos cerca, a veces a menos de un palmo de distancia, e incluso en ocasiones mientras el ciclista está realizando un esfuerzo pleno. Las vueltas con sus trazados diversos nos dan la opción de elegir el asiento; estas oportunidades que ofrece el ciclismo en ruta se incrementan con que además,es gratis. Estos alicientes convierten la celebración deportiva en eventos únicos.
Por contra y según lo que he podido presenciar en alguna ocasión, ciertos "aficionados" a este deporte no tienen conciencia de estas oportunidades y lamento ver como algún "aficionado" puede llegar a atosigar a un deportista cuando éste está en pleno esfuerzo y además pueda llegar a cerrarle el paso,  ya sea por hacer la foto-móvil (llamar a mamá), intentar tocarlo ó lucirse ante la cámara de TV. No comprendo esa metamorfosis "de espectador a protagonista" que pretenden ante las cámaras. Ante estas circunstancias que empañan el espectáculo deportivo, ya han tenido que tomar medidas disuasorias, y es que durante el paso de la caravana publicitaria vimos como más de cinco coches repartidos a lo largo de ésta, mediante megáfonos, explicaban medidas de seguridad esenciales dirigidas al estimado público y que son de perogrullo.
Esto antes no existía, pero claro, cuando yo veía el Tour, la Vuelta y la Vuelta a Andalucía, no había móviles y quizá menos salvaje... quizá.

En fin, después del disfrute  tras el paso de la carrera y todos los coches de equipo tocaba el regreso, bajar el puerto y localizar un barecito donde poder ver el final de etapa. 

El pelotón de aficionados que subió en bici comienza a lanzarse en bajada, las sillas de camping a desmontarse, las autocaravanas a desmontar banderas, toldos, mesitas, sombrillas y demás tinglados, muchos excursionistas a pie a pasear por las lindes de la carretera recién asfaltada (aún se percibía el aroma/tufo del alquitrán) y había que aprovechar los minutos de carretera cerrada para disfrutar del descenso y sentir la tensión en las manos cuando pretendes frenar la velocidad que te aporta la pendiente inversa.
El objetivo mental es abandonar ciertos hábitos, hacer más kilómetros y atrapar mejor la forma. Las bicis se portaron mejor que nosotras y mientras perseguimos el objetivo deseado, toca optimizarlas más... Es el plan que elaboramos mientras regresamos a Viella.

2 comentarios:

  1. Bonita historia, he llegado al blog desde el Síndrome de Ciclógenes y este ha sido el primer artículo que te leo (y eso que entraba por lo de blanquear plásticos y gomas). Eres toda una Pro como diría mi hijo, 12m Km anuales? Eso son más de los que yo le hago al coche. En realidad sólo comentar que la Fausto Coppi de mi hijo también salió del Lluis de Vallromanes, diría que en el mes de mayo de este año. Me ha hecho gracia la coincidencia. Un saludo y no voy a dejar una línea por leer de tu blog, yo acabo de empezar con esto y tengo ganas de que me vayan saliendo las cosas cada vez mejor.

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    1. Gracias Daniel, aquí voy reflejando mis aprendizajes, aun me queda mucho que aprender.
      Por cierto, agradable casualidad al hacerte con la Coppi, a ver si la veo en el Síndrome de Ciclógenes. En breve iremos a hacerle una visita a Lluis, se lo comentaremos es un sr. muy majo y gran amante de las bicicletas.
      Lo de volver a hacer kilómetros es algo que tengo que sacar de nuevo de la chistera. Espero rodar de nuevo el año próximo y aún tengo la Bianchi en "taller" casi lista, así como "suavizar" de platos a la Contini.
      Un placer verte por aquí!!
      Saludos

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